Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos
Nacido en Madrid, En catorce días del mes, cuando corría el mes de septiembre del año de nuestro señor del mil quinientos ochenta.
Falleció en Villanueva de los Infantes, En ocho días del mes, cuando corría el mes de septiembre del año de nuestro señor del mil seiscientos cuarenta y cinco.
Sepultura: Diez huesos de Francisco de Quevedo reposan desde 2007 dentro de una forja artesanal en la iglesia de San Andrés de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Apenas son una decena -los fémures derecho e izquierdo, el húmero derecho, la clavícula derecha y seis vértebras- pero al menos se sabe con seguridad que pertenecieron al autor del Buscón. Un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid demostró su autenticidad, después de examinar cientos de restos de la cripta descubierta en 1995 bajo la Sala Capitular de dicha iglesia.
Quevedo murió en el convento de Santo Domingo y su cuerpo fue depositado en la capilla de los Bustos. Allí permaneció hasta que en 1796 esta capilla pasó a ser propiedad del Cabildo eclesiástico. Según Manuel Francisco Gallego, capellán del convento de religiosas franciscas de Villanueva de los Infantes, éste dispuso «ordenarla en forma más acomodada al entierro de sus individuos», pero «por carecer los comisionados e interventores de la obra de estas noticias, el sepulturero extrajo cuantos huesos había en ella y reunió los de Quevedo con los de los demás difuntos».
El alcalde de Infantes Santiago Navarro Rodríguez los había encontrado en 1917, en una caja negra abandonada entre los boletines, gacetas, escrituras y demás papeles del archivo del Ayuntamiento, los «ajuares del infierno» que llamó Quevedo. Habían sido exhumados en 1869 de la iglesia de San Andrés, según un acta guardada también entre los legajos municipales. Se mando a Madrid para su nuevo entierra.
Unas obras de restauración de la Sala Capitular de la Iglesia Parroquial de San Andrés descubrieron en 1995 la existencia de la cripta donde fueron a parar los auténticos huesos de Quevedo. Tras la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia había quedado inutilizada y posteriormente tapiada. El fémur derecho fue decisivo para su identificación ya que estaba visiblemente torsionado. La cojera lo delató. ¿A quién pertenecieron entonces los enterrados en la tumba apócrifa del escritor? Nadie lo sabe.
Títulos:
Señor de Torre de Juan Abad (obtenido en 1620, después de no pocas dificultades)
Caballero de la Orden de Santiago (su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617, mediante cédula real firmada por Felipe III, y el título fue despachado el 8 de febrero de 1618).
Fue un escritor del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española, conocido especialmente por su obra poética, aunque también escribió narrativa, teatro y diversos opúsculos filosóficos, políticos, morales, ascéticos, humanísticos e históricos.
Francisco de Quevedo fue el segundo hijo varón de una familia de funcionarios palaciegos, bien asentada en los entresijos de la administración y servicios del Palacio Real, en Madrid, capital y Corte de los Austrias. Francisco, cuando aún no había iniciado estudios, se convirtió en el primogénito, por la muerte de su hermano mayor Pedro.
Estudió con los jesuitas, en Ocaña, y luego en Alcalá de Henares y Valladolid. De finales de siglo (1599).
Las insidias políticas de Quevedo, azuzado, sin duda, por su prestigio entre la nobleza disidente (“le escuchaban embobados”, dice uno de sus detractores). Si las primeras apariencias señalan a un “entendimiento con franceses”, es decir, a un delito de traición; las mismas apariencias, leídas con mayor refinamiento (el nuncio, el embajador francés...) apuntan hacia una intromisión del escritor y de otros círculos en la política interna de Francia, en un momento en que el conde-duque necesitaba controlar todos los hilos de la actuación de su gobierno, es decir, Quevedo hubiera ido más allá que el propio Gobierno, incluso maquinando traiciones “contra” Francia, al margen de la diplomacia oficial.
En la cárcel pasó casi cuatro años, envejecido y enfermo, mientras redactaba sus últimas obras meditativas y neoestoicas (Providencia de Dios, El Job, La caída para levantarse...), componía romances festivos, escribía patrióticamente contra portugueses y catalanes o releía a los clásicos. Sólo consiguió la libertad en el verano de 1643, meses después de la caída del conde-duque de Olivares, a instancias de un viejo conocido suyo, Juan de Chumacero, el nuevo presidente del Consejo Real.
Volvió a Madrid, en donde pasó un año, “aprendiendo a andar”, arreglando sus asuntos e imprimiendo algunas de sus obras (Marco Bruto, La caída para levantarse), para retirarse nuevamente a La Torre, en donde trascurrió el último año de su vida, esperando recobrar la salud para recoger sus poesías y editar su obra, mientras meditaba sobre la decadencia de España y las miserias de la condición humana, ahora que las padecía tan dolorosamente. Un precioso epistolario guía a través de esos meses, cuenta su enfermedad, sus ilusiones, sus esperanzas y, finalmente, su abandono. Trasladado al Convento de dominicos de Villanueva de los Infantes, allí murió en septiembre de 1645. No se sabe con certeza dónde descansan sus restos.
Lugar de nacimiento Madrid, 14 de septiembre de 1580
Ubicación de la casa natal de Quevedo:
40°24'50.0"N 3°41'51.7"W
40.413886, -3.697685
Lugar de su fallecimiento Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645
Ubicación de la Iglesia Parroquial de San Andrés de Villanueva de los Infantes
38°44'13.34757"N 3°00'51.70326"W
38.73704099038395, -3.0143620163149247