Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano

Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano
Nacido en Medellín (Badajoz), en el año de nuestro señor de mil cuatrocientos ochenta y cinco
Falleció en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), El segundo días del mes, cuando corría el mes de diciembre del año de nuestro señor del mil quinientos cuarenta y siete.
Sepultura:
Y es que Hernán Cortés fue exhumado en varias ocasiones y enterrado nada menos que nueve veces, en varias iglesias distintas a uno y otro lado del océano. A los tres años de su muerte se cambió su tumba de lugar, dentro de la misma iglesia. Pero en 1566, por decisión de sus familiares, sus restos fueron trasladados al Virreinato de Nueva España, cerca de Ciudad de México.
Ya en suelo mexicano, tampoco pudo descansar en paz: fue trasladado varias veces de iglesia o incluso reubicado dentro de la misma iglesia. Parte de la culpa la tenía él mismo, ya que en su testamento cambió varias veces la decisión sobre el lugar en el que deseaba ser enterrado, lo cual generó mucha confusión sobre dónde debía ser enterrado finalmente.
En la actualidad los restos de Cortés se encuentran en el Templo de Jesús Nazareno, en Ciudad de México. Pero puede que aquí no termine su periplo, ya que hay quien plantea repatriarlo de nuevo a España.
Ascendentes:
Su padre, Martín Cortés de Monroy, “muy humilde y pobre aunque cristiano viejo”, según Las Casas; y su madre, Catalina Pizarro Altamirano, procedían de linajes de buena fama. Martín no sufrió por el apoyo que llevó a su pariente, Alonso Cortés de Monroy, clavero de la Orden de Calatrava, en su rebeldía contra la reina Isabel la Católica.
Descendencia:
Hernán Cortés se casó dos veces: la primera en Cuba, en 1514 o 1515 con una española, Catalina Xuárez, que no le pudo dar hijos y que murió en 1522 en circunstancias que dieron lugar a sospecha, aunque no es posible sacar ninguna conclusión de las pruebas; se casó por segunda vez durante su viaje a España, el 2 de abril de 1529, en Béjar, con Juana Zúñiga, hija del conde de Aguilar y sobrina del duque de Béjar, con la que tuvo seis hijos, los dos primeros muertos al cabo de pocos meses; el tercero, Martín, fue el segundo marqués del Valle.
El conquistador tuvo también a un sinnúmero de amantes: “infinitas mujeres”, según el regidor de México, Bernardino Vázquez de Tapia, uno de sus acusadores en el proceso de 1529, en la ausencia de Cortés. Españolas o indias, damas o sirvientas. Dos tuvieron más importancia que el resto, sobre todo Malintzin, madre de otro Martín, nacido en 1522; pero también Tecuihpo, hija de Moctezuma, y madre de Leonor Cortés y Moctezuma, nacida en 1527, una de las raíces de la nobleza hispano-indígena; lo que certifica que Cortés tuvo varios hijos naturales.
Primer Marqués del Valle de Oaxaca
Cuando cumplió los catorce años, sus padres resolvieron enviar a su hijo a Salamanca para estudiar. Hernán volvió dos años más tarde sin el titulo de bachiller, lo que dio un gran disgusto a sus padres. Sin embargo, en Salamanca, aunque no matriculado en la universidad, pues adquirió cierta soltura en el manejo del latín, el dominio del discurso (como lo demostraron luego sus famosas Cartas de Relación) y un conocimiento ya correcto de las leyes del reino. Parece que complementó esta formación ejerciendo durante varios meses la función de pasante de un escribano real en Valladolid, antes de regresar a Medellín.
Se embarcó con destino a la isla Española, en el barco de Alonso Quintero, en el año 1504, conforme a un memorial del propio Cortés dirigido a Carlos V en 1542. Hernán Cortés tenía entonces diez y nueve años.
Cuando salió a la conquista de México en 1519 tenía treinta y tres. Los catorce años los vivió en las islas, La Española primero y Cuba después.
En 1518, cuando Velázquez elige a Hernán Cortés como jefe de la nueva expedición que lanza al asalto del continente, el problema es que Cortés no tiene ni la más mínima experiencia de la guerra.
La verdad es que Cortés era un novato. De modo que resultan casi increíbles las hazañas militares y políticas del conquistador en México. Hay que admitir que fue la revelación de un auténtico genio.
Es cierto que la elección de Cortés no gustó a todos. El mismo Velázquez, a última hora, quiso sustituirlo, pero Cortés, desconfiado, zarpó con antelación. Así, en febrero de 1519, empezaba una de las epopeyas más extraordinarias de la Historia.
Cortés tuvo bajo su mando a unos 508 infantes, más un centenar de hombres de mar (maestres, pilotos, marineros), a 16 jinetes con sus caballos, a 32 ballesteros y 13 arcabuceros, más algunas piezas de artillería ligera; además, disponía de cinco barcos.
Cortés no se dio prisa; entendió que la llave del éxito era la información y en cada escala intentó negociar y evitar el enfrentamiento. No lo logró siempre, pero pudo llegar hasta el país totonaca, donde más tarde se fundó San Juan de Uloa y La Vera Cruz, con pocas bajas. Resultó de vital importancia el que encontrase a dos intérpretes: un español, Jerónimo de Aguilar, que había vivido varios años con los mayas, y una mujer india, Malintzin (doña Marina después de su bautismo), cuyo papel en la conquista (y en la misma vida de Cortés) fue esencial. En efecto, esta mujer, vendida como esclava por sus padres a unos mayas del Tabasco, entendía a la vez su idioma materno, el nahua, y las lenguas mayas. Mientras que el español Jerónimo de Aguilar entendía las lenguas mayas.
Malintzin fue más que una intérprete. Cortés, pronto, se dio cuenta de su gran inteligencia y de la suerte que le brindaron los caciques del Tabasco.
Además, la pasión amorosa que, durante tres años, ligó al extremeño y a la india, hizo que Malintzin se empeñase en favorecer los proyectos del conquistador.
La conquista de México se desarrolló en varias etapas: del 8 de agosto al 23 de septiembre, Cortés y sus hombres se internan en el continente, trepan hacia las montañas y los puertos que dan acceso al altiplano, en dirección de Tlaxcala. El conquistador intenta ganarse la alianza de Tlaxcala, pero los caciques no aceptan de ningún modo perder su independencia. Del 2 al 5 de septiembre, una batalla feroz enfrenta a los españoles y a los Tlaxcaltecas. Varias veces los españoles creen que van a morir: los heridos son numerosos, pero las bajas son relativamente escasas. Finalmente, la superioridad táctica y el armamento de los españoles, además de su extraordinario valor, cambian la actitud de los Tlaxcaltecas. Sus caciques piensan que, aliados con los españoles, van a triunfar sobre sus eternos enemigos, los mexica. La gran alianza entre los españoles y Tlaxcala, que resultará indefectible y que es consagrada por las uniones entre jefes españoles y princesas tlaxcaltecas, es un hecho esencial.
Cortés aprovecha inmediatamente la alianza y, del 23 de septiembre al 12 de octubre, los españoles se reponen y curan sus heridas en Tlaxcala. Bajo la influencia de su capellán (“No es justo obligarles a hacerse cristianos”), Cortés respeta la religión de sus huéspedes. Acepta la oferta tlaxcalteca de reforzarle con cinco a seis mil “indios de guerra” y toma en cuenta los avisos relativos a la amenaza de Cholula, aliada de Tenochtitlán y enemiga de Tlaxcala.
Por eso, cuando el 13 de octubre, el ejército de Cortés se pone en marcha hacia la capital azteca, pasa por Cholula, donde, el 18 perpetra una matanza (tres mil víctimas) para anticipar una matanza de los españoles, sugerida por Moctezuma (según el propio Cortés, avisado por Malintzin). Así, el 8 de noviembre de 1519, Cortés, sus hombres y sus aliados entran en México, donde son muy bien recibidos; no se produce ningún enfrentamiento.
Sin embargo, seis días más tarde, Cortés, bajo la presión de sus tenientes, pone a Moctezuma bajo vigilancia estrecha y se apodera del tesoro de Axayacatl.
Poco a poco, a pesar de encuentros casi diarios, la tensión crece en la capital entre los españoles y los mexica. Corren rumores de un próximo levantamiento bajo el mando de Cacamatzin, sobrino de Moctezuma. A principios de mayo de 1520 la situación toma mal cariz.
Quizás fue en esta coyuntura, entre mayo de 1520 y octubre de 1524 cuando Cortés demostró con más evidencia la amplitud de su talento político y de su genio militar. En efecto, a principios de mayo, Cortés es avisado del desembarco en San Juan de Ulúa de un ejército español importante enviado contra él por el gobernador Velázquez bajo mando de Pánfilo de Narváez (más de novecientos hombres). Cortés actúa con extraordinaria rapidez: dejando sus tropas a Pedro de Alvarado y recuperando de paso a varias guarniciones, llega a la costa a marcha acelerada y, con trescientos hombres solamente, gracias a una proeza de Gonzalo de Sandoval, se adueña de Pánfilo de Narváez y persuade a su gente para que se incorporen a su bando. Así, más fuerte, vuelve a Tenochtitlán, aunque demasiado tarde para invertir la tendencia, pues, en su ausencia, Alvarado y sus compañeros no aguantaron la presión de una muchedumbre cada día más hostil y, al final, cayeron en la locura de matar a traición a los principales mexica en el Templo Mayor. Cuando Cortés regresa a México, el 24 de junio, la rebelión está a punto de estallar y la situación empeora con la muerte, en circunstancias dudosas, de Moctezuma. Cortés entiende inmediatamente que la huida es la única vía de salvación, ya que, con su nuevo tlatoani, Cuitlahuac, los mexica están decididos a luchar hasta la muerte.
En la noche del 30 de junio, secretamente, los españoles abandonan la capital por la calzada que atraviesa la laguna. Pero, prevenidos, los indios asaltan furiosamente a los españoles que sufren pérdidas importantes (de 400 a 600 españoles y 4.000 indios).
Sin embargo, Cortés logra salir de la trampa, reúne a sus hombres y vence a sus perseguidores en Otumba, lo que le permite refugiarse a Tlaxcala.
Todos los compañeros de Cortés reconocen que la fidelidad de Tlaxcala a la alianza fue un hecho decisivo.
Del 1 de julio de 1520 al 28 de abril 1521, Cortés y sus hombres descansaron y se prepararon metódicamente para la batalla final, es decir, para la reconquista de Tenochtitlán. Las negociaciones con etnias del altiplano aislaron a los mexica; refuerzos de las islas duplicaron el ejército; el entrenamiento de los aliados tlaxcaltecas mejoró mucho sus técnicas de combate En la revista de Texcoco, en mayo de 1521, Cortés tenía bajo su mando a 650 infantes, 84 jinetes, 194 ballesteros y arcabuceros, unos 20 cañones y a 25.000 aliados indios, entre ellos 16.000 tlaxcaltecas.
Cortés concibió una operación anfibia, gracias a trece chalupas construidas en Tlaxcala y montadas a orillas de la laguna. Así pudo cercar la capital por tierra y por agua. Del 30 de mayo al 13 de agosto de 1521 la batalla fue encarnizada, la ciudad se conquistó casa por casa. Los mexica lucharon heroicamente pero la táctica de Cortés les puso de entrada en situación difícil: los españoles cortaron el acueducto de Chapultepec y así los mexica no tuvieron agua potable.
Además, sufrieron una epidemia de viruela que no tocó a los españoles, inmunes. Sus dioses habían abandonado a los indios. El 12 de agosto, Cuauhtemoc, sucesor de Cuitlahuac, se rindió. Pronto, los pueblos vecinos se unieron al vencedor.
Lugar de nacimiento: Medellín (Badajoz), 1485
38°57'49.53"N 5°57'28.48"W
38.963717, -5.957945
Lugar de su fallecimiento: Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 2 de diciembre de 1547
37°23'10.17"N 6°03'18.31"W
37.386158, -6.055086